Repasemos cuestiones terminológicas.
La teoría de los actos de habla surgió en respuesta
contradictoria a la idea conservadora de que el lenguaje se utiliza
únicamente para transmitir información.
Las oraciones, pues, tienen también una intención
(influir en el pensamiento de otro, provocar una idea de uno mismo en
el interlocutor, moverlo a que realice una acción, etc).
Austin
distingue tres actos de habla:
-Acto
locutivo:
en todo acto de habla se pretende hablar de algo. Está constituido
por las siguientes acciones:
-Componer una oración (estructura
sintáctico-semántica), que en sí misma, puede
responder a varias interpretaciones.
-Contextualizarla, para resaltar el significado
contextual de la referencia de esas
posibles interpretaciones.
-Materializarla como enunciado efectivo, bien
pronunciado o escrito.
-Acto
perlocutivo:
aspectos intencionales, no regulados por la lengua y todo el
conjunto de efectos que ejerce sobre el oyente.
-Acto
ilocutivo: actitud
con la que es presentado el mensaje, modo en el que muestra su
postura.
Cada hablante sabe que tipo de conducta ilocutiva de
adoptar en su lengua según el contexto y sus intenciones.
Por su parte, Searle distingue los actos
asertivos , los directivos, los compromisivos, los expresivos y las
declarativas. Y partiendo de las ideas de Austin, elabora una
explicación de los factores que influyen en le elección de una u
otra conducta ilocutiva, según la situación.
Cuando las condiciones no se cumplen, se origina una
determinada situación que varía según la regla infringida, se
violan los “actos de felicidad”. (Imaginad, por ejemplo, una
situación en la que pretendéis detener y multar a un policía por
la calle. Además de hermoso sería contraproducente y absurdo).
Pues el caso es que el humor juega a menudo con ésto.
Puedes preguntar, por ejemplo “¿qué necesitas para abrir una
jaula?” y la respuesta no será un instrumento, ni una llave,
sino que esté cerrada.
Se supone, pues, que la violación de los actos de
felicidad hacen que un acto de habla fracase. Pero puede, que si la
intención es humorística, triunfe.
Existen, pues, actos de habla donde la clave humorística
reside en la incongruencia entre el acto locutivo y el acto
ilocutivo.
Así sucede en este ejemplo, donde el sujeto interpreta
la intención negativa de una queja con una intención mundana y
doméstica :
Una pareja en una casa; le dice ella:
-¿Has pensado en la nota que te dejé esta mañana en
la nevera?
-No te preocupes, está todo bien.
-¿Cómo que está todo bien? Si te puse “ésto no
funciona”.
-Tranquila, yo he mirado la nevera y enfría
perfectamente.
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