En
los documentos antiguos que podemos estudiar de nuestra cultura se
hallan ya, referencias al humor.
En
el Antiguo Testamento se diferencian dos tipos de risa. En la lengua
hebrea hay dos palabras para diferenciarlas: sakhaq, que
significaba “risa feliz” e iaag, que
era una risa burlona, denigrante.
Estas
dos concepciones de la risa serán heredadas por Occidente. En
griego, las palabras para designar risa son γελάω ,
que también significa brillar y
hace referencia al hecho de reír de alegría y καταγελάω,
que
hacía alusión a reírse o burlarse de alguien.
Filósofos
como Platón y Sócrates teorizaron bastante acerca del humor y la
risa.
Platón
la consideraba un exceso y como tal debía ser evitado; no en su
totalidad claro, se podía bromear pero la risa debía ser limitada
por la razón. De ninguna manera alguien debía usar su inteligencia
o sus palabras para ridiculizar a un ciudadano.
Aristóteles
reconoce un principio estético en la risa, pero considera la comedia
un género inferior, aunque al contrario que Platón, no la asocia al
dolor. Consideraba las obras de Aristófanes, vulgares y ofensivas.
También
sostiene que “aquellos
cuyos chistes son de buen gusto son llamados ingeniosos por ser de
buen gusto y vivaces.”
Podemos
encontrar estos criterios dicotómicos en muchos tratados clásicos
(y no tan clásicos) sobre el humor. No obstante, la parodia y la
ridiculización, en muchas ocasiones son usadas para protestar, para
sublevarse, como es el caso de Aristófanes, el más importante
comediante de la Grecia clásica, que cuestionaba los valores de la
sociedad con una amplia variedad de recursos burlescos y agudezas
lingüísticas, con las que ponía de manifiesto que lo vergonzoso
era la solemnidad, lo fatuo y la seriedad. De hecho, planteó temas
que sólo pueden tratarse desde la comedia; a saber, pilares
incuestionables políticos y sociales, como por ejemplo una
revolución de las mujeres hastiadas de sus maridos que decidían
tomar el poder y gobernar sus ciudades, en su obra Lisístrata.
El
mayor representante de la comedia ática supo adaptarse a los
registros sociolingüísticos, retratando situaciones disparatadas.
Lo conseguía exagerando tendencias del habla. Remedaba la lengua de
los jóvenes aristócratas atenienses, educados por las corrientes
intelectuales y sofísticas de la época.
En
su obra Caballeros,
se burla de este sector por el abundante uso de derivados en -ikós;
y un joven le dice a
otro, lo que se ha traducido como :
“La
verdad es que es cohesivo y conclusivo, y formulativo y claramente
expresivo, admirablemente represivo de lo confusivo.”
Imitó
registros asociados a la lengua y al género, al habla de los
extranjeros y especialmente se burló de las jergas especializadas de
la astronomía, la Sofística, la filosofía, la medicina...
Utilizó
con maestría los procedimientos propios de la comicidad verbal que
por supuesto, se siguen dando en la actualidad : el doble sentido, la
polisemia, las situaciones donde el humor nace de la incongruencia
entre situación y lengua o la contradicción entre lo que se ve y lo
que se oye.
Tampoco
en la comedia romana faltaron virtuosos. Es el caso de Plauto, autor
que gozó de gran popularidad gracias al diestro manejo que tenía
del latín y su habilidad para componer juegos de palabras inspirados
en diversos motivos como los nombres propios que se parecían a otras
palabras. Solía también inventar nuevos términos, como este
pasaje, que traducido versa así:
“Escucha,
pues, y lo sabrás: Falsiloquidoro Vendedoncellónides
Gastabromístides Sacatudinerónides Diceloquetemerecides Burlónides
Embaucónides Loquetequítides Nuncalorecuperástides. Ya lo sabes.”
(Trad. J.R. Bravo).
El
humor otorga a la lengua total libertad, a su servicio ésta se
comporta como quiere para lograr lo que pretende y así, Plauto
creaba palabras que no existían pero que eran fácilmente
identificables para el público. O bien hacía recitar a sus actores
discursos absurdos con tono de gran solemnidad.
Vemos
pues, como estos recursos se han adaptado a los tiempos pero de
ninguna manera están obsoletos. La incongruencia, la asociación de
ideas insólitas, la construcción lingüística paradójica o
absurda siguen provocando en el cerebro ese fenómeno que conocemos
como risa. El humor levanta pasiones y animadversiones, lo que
divierte a unos, ofende a otros; hay para todos los gustos. La
parodia sigue siendo un género amado por unos y detestado por otros.
Especialmente por los que resultan parodiados.
seguro que Plauto se llevaría muy bien con el cómico griego Atomarporkoulos.
ResponderEliminarNada curo llorando, y nada empeoraré
ResponderEliminarsi me afano en gozar de la alegría.
Arquíloco de Paros.