La
construcción del mensaje humorístico tiene una clara intención,
que es influir en el receptor, causando la risa. El buen humor
requiere ingenio y construcciones lingüísticas agudas; una buena
predisposición en el interlocutor, perspicacia o simplemente la
situación adecuada para poner de manifiesto una asociación de ideas
inesperada pero acertada.
El
objetivo de este blog es analizar el lenguaje en los tópicos, los
contextos, así como algunos movimientos relacionados con esta
peculiar forma de expresión, quizás tan antigua, como la búsqueda
de la belleza a través de la palabra. Me gusta imaginar a un
antepasado intentando dar con la clave de un buen poema de amor
primitivo, y dando por error con un divertido disparate, decidiendo
así, abandonar la lírica para convertirse en humorista de las
cavernas.
Vaya
por delante, que para entender el humor no nos basta con su análisis
lingüístico, sino que necesitamos conocer ciertos aspectos sociales
y culturales... aunque ¿no ocurre esto con la mayoría de actos
comunicativos? De hecho, esta es la causa por la que es difícil
encontrar modelos universales de humor y muchas veces no encontremos
divertidos los chistes en otro idioma, aunque lo conozcamos.
Lo
que sí cabe preguntarse, es que hay dentro de nuestro cerebro que
nos conduce a expresarnos de esta manera, a buscar el humor y si este
aspecto está tan intrínseco en el ser humano que por fuerza tenga
que existir en todas las culturas como existe el lenguaje. ¿Desde
cuando existe esta tendencia? ¿Es anterior a las lenguas? ¿Es
incluso instintiva? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando
percibimos un mensaje que nos causa la risa?
Intentaré
abordar estas cuestiones teniendo en cuenta que al construir un
mensaje humorístico jugamos con el hecho de chocar con las
expectativas lingüísticas del oyente. Ésto se consigue gracias a
recursos prosódicos, socioculturales, morfosintácticos,
léxico-semánticos, paralingüísticos... Todos ellos serán aquí
objetos de estudio.
Y
por supuesto, ríanse, es gratis.
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